dilluns, 29 de juny del 2009

Acabemos con los puentes de desmesurada altura


A la casa hi fa calor. Així m'agradaria començar una història, amb aquesta frase. La veritat però, es que ja només escric sobre festivals de la província de Tarragona que no importen a ningú. Miro avorrit la meva habitació i anticipo el moment en que diré "aquí vivía yo", i escoltaré Le Mans. Ara només tinc ganes d'un final deus ex machina, i que de sobte estiguem el Raúl i jo al menjador d'un pis fantàstic de l'eixample cantant olímpicos-en-la-piscina-juegan-a-romperme-el-corazón igual que ahir ho feien Francisco Nixon a l'Hospitalet. Després del concert, el Fran ens va dir que ell no creu que Michael Jackson hagués fet mai mal a cap nen i vam acordar que sí, que l'home estava malament, però que algú que construeix un parc d'atraccions a casa seva no pot ser pederasta. És tot massa evident. L'altre moment epifànic de la nit, va ser al final del concert, que van acabar amb la versió de "La vida sigue igual" de Julio Iglesias. Escoltant-la, vaig pensar que el Julito és, o en algún moment va ser, un gran lletrista, y que al final, las obras quedan, las gentes se van, otros que vienen las continuaran, la vida sigue igual.

dimarts, 9 de juny del 2009

Que te meto, ¡leche!


El hecho de que Salinger haya demandado a una editorial sueca por pretender editar una segunda parte de The Catcher in the Rye indica dos cosas: que el hombre sigue vivo, y que está lo suficientemente lúcido como para seguir dando caña a quien ose molestarle. 90 años tiene ya el hombre y la duda es: lo que haya escrito en todos estos años de silencio, ¿lo quemará? ¿se publicará? ¿llegará a mis manos?

dijous, 4 de juny del 2009

Escritores que sí


John Cheever se levantaba todas las mañanas muy temprano, se ponía un traje de tres piezas, cogía un maletín y llevaba a sus hijos a la parada del autobús en el Upper West Side de Manhattan. Después de despedir a los críos con la mano, volvía a entrar a su edificio, pero en lugar de subir a su piso, bajaba hasta un pequeño cuarto junto a las calderas en el que había puesto una mesita y, sobre ésta, su máquina de escribir. Una vez allí, se quitaba el traje y escribía en calzoncillos, el calor de las calderas así lo exigía, hasta que los niños volvían del colegio. Entonces se vestía de nuevo, agarraba su maletín vacío e iba a la parada del autobús a recogerlos. Día tras día, Cheever fingía tener un empleo y una oficina y una posición que no tenía. Le avergonzaba confesar a sus hijos que en realidad no era más que un escritor.

(extraído de un artículo de Ray Loriga)

dimarts, 2 de juny del 2009

Escritores que no

Vila-Matas habla en Bartleby y compañia de aquellos escritores que un día de buenas a primeras decidieron dejar de escribir. Mis escritores del no por el contrario son aquellos que sólo ver su foto en la solapa ya dices: al igual me leo el libro de este tipejo. Es decir, escritores que NO invitan a la lectura. Tengo unos cuantos pero de momento os pongo dos.

1. Robin Cook, autor de bestsellers catalogados como thrillers médicos, se presenta en su último libro (Estado crítico) de esta guisa. Lo cierto es que la foto no puede ser más ridícula, parece que se la haya hecho un amigo en un momento de distensión, en plan, Robin ponte aquí que te hago una foto. Atentos lo barroco de la decoración, qué sofas, qué jarrones, madre mía por favor.



2. Ferran Soriano, otro que también se luce. Este escritor escritor no sería, en realidad es empresario y consultor y durante un tiempo fue vicepresidente económico del Futbol Club Barcelona. En su libro "La pelota no entra por azar" el tío aparece cogiéndose la barbilla de una manera que realmente no sé como interpretar, ¿es chulería? ¿le pesa la cabeza? a saber.