dijous, 7 de maig del 2009

nadie se va a reír

De pronto comprendí que no fue más que una ilusión haber pensado que cabalgamos nosotros mismos en nuestras propias historias y que dirigimos su marcha; que en realidad es posible que no sean, en absoluto, nuestras historias, que es más que probable que nos sean adjudicadas desde fuera; que no nos caracterizan; que no podemos responder de su extrañísima trayectoria; que nos raptan, dirigidas desde otra parte por fuerzas extrañas.

Milan Kundera, El libro de los amores ridículos