dijous, 4 de juny del 2009

Escritores que sí


John Cheever se levantaba todas las mañanas muy temprano, se ponía un traje de tres piezas, cogía un maletín y llevaba a sus hijos a la parada del autobús en el Upper West Side de Manhattan. Después de despedir a los críos con la mano, volvía a entrar a su edificio, pero en lugar de subir a su piso, bajaba hasta un pequeño cuarto junto a las calderas en el que había puesto una mesita y, sobre ésta, su máquina de escribir. Una vez allí, se quitaba el traje y escribía en calzoncillos, el calor de las calderas así lo exigía, hasta que los niños volvían del colegio. Entonces se vestía de nuevo, agarraba su maletín vacío e iba a la parada del autobús a recogerlos. Día tras día, Cheever fingía tener un empleo y una oficina y una posición que no tenía. Le avergonzaba confesar a sus hijos que en realidad no era más que un escritor.

(extraído de un artículo de Ray Loriga)

2 comentaris:

Sole ha dit...

Vaya crack aquest! A veure si em passes les fotos del PS per mail que encara no en tinc cap! Merci

Anònim ha dit...

Buena foto y buen texto. ¿A ver si te gusta? Me gusta.