Era una de sus bromas. En fin, siempre quería saber lo que hacíamos, y cuándo, por qué y dónde. Hoy dirían que era un maniático del control, pero casi todo el mundo lo era en aquella época. Una vez le dije que por qué no éramos más espontáneos y nos largábamos, para variar. Y él me lanzó aquella sonrisita y dijo: «Muy bien, Viv, si es lo que quieres iremos de ningún sitio a ninguna parte, adrede.»
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